El consumo de agua puede reducirse considerablemente si se escogen las especies adecuadas
y se selecciona un buen sistema de riego
Cerca de nueve litros por minuto. Es el gasto
medio de las mangueras conectadas a un grifo
de agua corriente, el modo más generalizado
para regar las plantas de casa. Para cuidar un
jardín particular, sin embargo, se puede recurrir
a alternativas más económicas, como el uso de
recipientes (regaderas, etc.) en lugar de la manguera,
o bien utilizar reservas como el agua de
lluvia o sobrantes de la cocina. Si a estas medidas
se suma el diseño de un jardín con especies
que no precisen excesiva agua, o se tiene en
cuenta la extensión del recinto y su adaptación
contra el sol, se puede reducir drásticamente el
consumo de este preciado elemento y, por ende,
la cuantía del recibo del agua.
Especies y sistemas de riego
Uno de los mejores modos de ahorrar agua en
el cuidado del jardín es planificar su diseño, seleccionando
especies que no demanden riegos
adicionales a los provenientes de la lluvia, como
las autóctonas, que suelen resistir muy bien a la
sequía. Otra alternativa es reducir la superficie
de jardín dedicada a césped, sustituyéndola por
plantas tapizantes, o por árboles y arbustos, ya
que sus exigencias de riego son mucho menores.
Además, también se puede acudir al viejo
truco consistente en recubrir las superficies del
jardín con materiales como piedras, gravas, cortezas
de árbol, etc. Esta última posibilidad supone
para el propietario una de las técnicas más
eficaces para reducir las pérdidas de agua por
evaporación, al tiempo que se logra un agradable
efecto estético.
También la elección de un sistema de riego adecuado
puede provocar un considerable ahorro
en la factura del agua. Actuales sistemas de bajo
consumo:
Riego por aspersión: el agua se distribuye
como una lluvia de pequeñas gotas. Es aconsejable
en zonas de césped o similares.
Riego por goteo: consiste en un tubo de plástico
que dispone de una pieza interior con orificios
aproximadamente cada 40 centímetros, por
los que va saliendo el agua gota a gota. No tiene
pérdidas por evaporación y disminuye la proliferación
de malas hierbas.
Riego por exudación: se parece a la técnica
del goteo, pero en este caso la manguera está
provista de infinidad de poros. Cuando la manguera
está llena de agua, comienza a sudar el
líquido de su interior. Es la técnica que permite
mayor ahorro de agua.
Además, se puede recurrir a alternativas
menos ortodoxas, como el aprovechamiento de
acequias, pozos, o la captación y almacenamiento
de agua de lluvia en barriles o bidones.
El mejor modo de regar
No sólo el sistema de riego, sino el modo en que
éste se realiza, contribuyen a ahorrar agua.
Unas sencillas pautas permiten obtener un óptimo
rendimiento:
Es conveniente regar en las horas de menos
calor, de esta forma conseguirá perder menos
agua por evaporación. Tampoco se debe regar
en los días de fuerte viento.
Se debe tener en cuenta que los árboles y arbustos
recién plantados requieren riegos frecuentes.
Sin embargo, una vez hayan
desarrollado bien sus raíces, los riegos serán
cada vez menos necesarios. En muchos casos
bastará con cuatro o cinco riegos en el verano y
algunas especies incluso no necesitarán riego
alguno. Es preferible regar árboles y arbustos
pocas veces aunque con generosidad, ya que
de esta manera las plantas desarrollan mejor las
raíces y se hacen más resistentes a las sequías.
El riego debe plantearse con flexibilidad, adaptándolo
a la meteorología. Por ello es especialmente
recomendable comprobar el grado de
humedad del suelo antes de regar. Hay que
prestar especial atención a los diferentes tipos
de caudales, alcances y recorridos que tienen
tanto los difusores como los aspersores y goteros,
y escoger los que mejor se ajusten a cada
necesidad, regulándolos cuidadosamente. Se
debe evitar en lo posible el riego del pavimento
o la superposición de varios aspersores. Si se
cuenta con un sistema automatizado, puede incorporarse
un sensor de lluvia y de humedad
para evitar riegos innecesarios.
del jardín, también en este aspecto es
posible ahorrar agua. Dejando crecer el césped
entre cinco o seis centímetros, de forma que la
planta necesite menos cantidades del líquido
elemento, o limitando el empleo de fertilizantes
en verano, ya que estos provocan un aumento
de la demanda de agua de las plantas.
Fuente: Consumer.